Corría el mes de marzo. Nuestros gobernantes anunciaban a bombo y platillo que en la biblioteca Javier Lapeña se había puesto en marcha un sistema independiente provisional para combatir las bajas temperaturas que se sufrían en la misma, 12 grados en los días de intenso frío de febrero. La promesa quedó en agua de borrajas. No se hizo nada. Ahora nos encontramos con la situación contraria, temperaturas que superan los 35 grados en su interior. Tampoco se está haciendo nada. Que la salud laboral de sus empleados les importa muy poco ya ha quedado demostrado. Pero parece que los usuarios que pasan por la biblioteca tampoco les importan mucho.
Pero el problema no se da solo en este edificio. Las instalaciones que ocupa el PIMER, en la finca Sika, se encuentran en la misma situación. No disponen de instalación de aire acondicionado. Trabajadores que tienen que realizar turnos de 24 horas sometidos a temperaturas donde el descanso y la concentración se vuelven tareas complicadas. Tareas que, por cierto, exigen el máximo de concentración de unos profesionales cuya principal misión es preservar la salud de sus convecinos.
Ya estas situaciones resultan lamentables, pero lo realmente triste es que tengamos que realizar este tipo de denuncias públicas de esta manera, ya que los cauces habituales de poner los problemas en conocimiento de los responsables no hacen más que caer en saco roto. Oídos sordos a las peticiones de sus trabajadores, nuevo modelo de relaciones laborales.
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